lunes, 17 de febrero de 2014

Los nombres de mi vida: A de Agustina

Agustina era mi abuela materna.


Mi abuela era salmantina, de la provincia no de la capital. Era pequeñita pero guapa y sobre todo tenia un salero y una gracia que la caracterizaban.


Nació en una familia modesta de artesanos que no tenían tierras en propiedad y trabajaban para los artesanos y comercios del pueblo.


Agustina era la hermana pequeña y por esa razón tuvo una juventud mas fácil que sus hermanos mayores.  Le gustaba divertirse, el baile, el teatro o como decía ello los "títeres". 

De jovencita participó a varias obras de teatro en el pueblo y muy a menudo nos recitaba fragmentos. En esas ocasiones, sus ojos azules brillaban y se le ponía la cara pícara,volvía a la juventud. Esa es una de las características principales de mi abuela, la juventud, siempre fue joven aun en su vejez.

Mi abuela tuvo varios pretendientes y fue ella la que eligió a mi abuelo. Esta relación no fue muy bien aceptada por la familia de mi abuelo que tenia tierras y comercios y para la que esta unión era una "messaliance".
Nunca olvidaré cuando mi abuela me contó que mi abuelo tardo 3 años de noviazgo en darle el primer beso en la boca y su arrobo cuando volvió a casa porque pensó que su madre "se lo iba a conocer".

A pesar de esta acogida fría, la pareja se  casó y rápidamente tuvieron su primera hija. En total mi abuela tuvo 8 hijos de los cuales una murió antes de cumplir dos años.
 
Para mi abuela la familia era su amor, su pasión, su orgullo. La estoy oyendo "mire Ud.  yo soy pequeñita, pero aquí donde me ve, he tenido 8 hijos y tengo 11 nietos". La familia por bandera.
 
La vida tras el matrimonio se complicó por razones financieras, de herencias, problemas de familia y también problemas de cosecha (que es lo propio del agricultor siempre mirando al cielo). Además en la misma época mi abuela tuvo la desgracia de perder a todos sus hermanos que murieron por accidente o  enfermedad. Esto fue algo que marcó mucho el carácter de mi abuela, que le enseño que se podía perder todo en un abrir y cerrar de ojos y que la vida estaba para vivirla.

La familia se trasladó a Bilbao y tras muchos pesares y estrecheces consiguieron establecerse  y salir adelante.  Os imaginareis que con 12 personas en casa (7 hijos, 2 abuelos, 1 tío, mi abuelo y ella) y pocos medios mi abuela desarrolló unas excelentes aptitudes de mando y de organización. Os aseguro que no tenia nada que envidiar a un general experimentado. Al final de su vida, cuando ya podía hacer poco, seguía dirigiéndonos a todos y decía "hace más el que organiza que el que hace las cosas, hija"

Los primeros recuerdos que tengo de mi abuela son en su casa en Santurce, íbamos casi todos los sábados a comer, comíamos primero los niños con el abuelo (que no esperaba a nadie) y luego los mayores, con una sobremesa llena de risas y alegría. El menú era único, "sopa de bolas" y  garbanzos con todo. La "sopa de bolas" de mi abuela era para mi un  manjar exquisito, me comía mi plato y a escondidas de mi madre un segundo y a escondidas de todos, con el consentimiento de mi abuelo, lamia el plato.

Recuerdo los abrazos apretados, la paga dada a escondidas (el billetes de 1000 ptas doblado en el bolsillo del pantalón y el consejo "gástalo bien, hija, que cuesta mucho ganarlo") el olor a colonia de lavanda y las risas.

Sin embargo a mi abuela la conocí de verdad muchos años más tarde cuando tras una operación fallida de la rodilla, se quedo muy débil y se vino a vivir a nuestra casa.
No os lo voy a negar con 20 años cuando supe que la abuela se venia a casa y que le tenia que ceder mi habitación (mi reino, mi refugio) no me hizo nada de gracia.
Lo que no sabia en ese momento era que esa cercanía me iba a permitir conocer a la persona que estaba detrás de la abuela, la mujer, la hija, la esposa.

Cada día después de la universidad, me cogía de la mano y me contaba un trozo de su vida, lo que aprendí, de la familia, de la vida, de todo. Y si podía ser, todavía la quise más.
 
Eso sí, no os confundáis, ella vino a casa a descansar y a que la cuidásemos, pero se trajo su carácter de general. Aquello casi terminó mal por culpa de una campanita que le dimos para que nos llamase cuando necesitaba algo y que tuvimos que esconder so pena de cometer un homicidio o de volvernos locas (Nunca deis una campana a un enfermo convaleciente, ahí lo dejo).

Cuando falleció ya me había ido a vivir a Francia, estaba en Bilbao para las vacaciones de Navidad, se puso mala y se fue rápido, no tuve tiempo de despedirme, fui al hospital un día tarde (cómo me arrepiento aún de ese día de mas !).

Mi abuela me enseñó que:

  • la familia es para siempre y que juntos lo podemos todo,
  • el dinero esta para gastarlo en lo que es importante y que una vez gastado no hay que pensarlo más,
  • siempre es mejor  comer una cucharada de más que de menos porque nunca se sabe cuando vendrán mal dadas las cartas de la vida,
  • la casa nunca esta suficientemente limpia u ordenada (jamás !)
  • cualquier labor, hasta la más pesada, es mejor hacerla cantando
  • las abuelas también saben disfrazarse y hacer el "indio"
  • las mujeres coquetas nunca dejan de serlo,
  • hay que perseverar para conseguir sus sueños y no dejar de soñar. Esto fue lo último que me dijo por teléfono el día de su cumpleaños en noviembre "hija, sigue por ese camino, llegarás alto, llegarás allí donde tú quieras".
Escribo esto con lágrimas. Y ella me diría, menos llorar y más vivir. Pues eso.

"Bien domado, mal domador"

Lo de hoy no es una entrada,no,  es un grito de rabia.

Sí, hoy es uno de esos días en los que me encuentro encerrada, como sin rumbo, sin saber dónde ir o cómo llegar.

Últimamente, mi Mayor esta poniendo mi paciencia (poca, lo sé) a prueba y mucho.

No es, ni será jamas, un niño tranquilo, para eso tendría que volver a nacer de nuevo, ser otra persona.
Es un niño que desde los primeros pasos contesta, firmemente y por principio, la autoridad, las ordenes.
Cuando era más pequeño esa contestación se manifestaba por rabietas y negativas (No, No, hasta el infinito y mucho más allá) que poco a poco logramos superar, no sin perder muchas "plumas" en el intento.

Lo de ahora, es más elaborado, más sutil, contesta, argumenta  nuestras ordenes, las de la maestra, se pone a nuestro nivel, tiene su opinión y poco importa lo que le digamos, ni cómo se lo digamos, le resbala completamente.  

Reconozco que esta actitud es para mi alucinante (en el mal sentido de la palabra) no la puedo entender, no la comprendo.

Fui una niña extremadamente responsable, modosa, buena. Tanto que mis padres me suelen decir que muchas veces se preguntaron si algún día me iba a autorizar a ser una "niña" y no una adulta encerrada en un cuerpo de niña.

Con este pasado, me encuentro y me siento completamente desarmada ante esta situación. 
El comportamiento de mi hijo es para mi tan aberrante que no consigo ponerme en su lugar, pensar como él. Y aunque no espero de él un comportamiento como el mio, que con la distancia me parece igualmente aberrante que el suyo, me resulta muy difícil entender como funciona su cabecita, como hacerle entender que por ese camino no vamos a ningún lado.

Sé que cuando sea adulto, el ser independiente y tener su propia opinión y saber defenderla le sera útil y mucho en la vida. Pero de momento es un pequeño consuelo porque para ser adulto le falta un trecho (y a nosotros también).

Esta semana el Mayor estaba castigado sin televisión por haber contestado la ordenes de la maestra, por respondón, por "resoplar" estrepitosamente cuando la maestra le dice que haga algo. Sí, mi Mayor es muy "payaso", muy actor, muy de hacer reír la clase.

Imaginaros mi sorpresa cuando a las 5 de la mañana me despierta una musiquita extraña, primero pensé "Jolin, con el vecino ya se ha puesto a cantar otra vez" (sí, tenemos un vecino al que le gusta el karaoke y cantar sobre todo en medio de la noche), me levanto y veo a mi hijo delante del ordenador  viendo un episodio de los Power Ranger (encima mal gusto tiene el niño), el reloj marcaba las 05:56.

Huelga decir que a esas horas, le he echado una mirada "negra" y se ha ido a dormir. Abro el historial del ordenador y veo que esta "operación" ya la ha hecho dos veces más (el viernes y el sábado). Se levanta a las 5 de la mañana, ve varios episodios y se vuelve a dormir  antes de que nos levantemos nosotros. Todo ello con su despertador para que no se le pase la hora y le pillen.

El chico, hay que decirlo, es listo y sabe organizarse. Eso sí, nos ha mentido como un bellaco. Cuando pienso que le he felicitado de lo bien que "llevaba" el estar privado de televisión y su sonrisa" Profident" me digo que tenemos un actor en potencia y que se prepare Hollywood porque se llevará todos los premios de calle.

Así que esta mañana, qué empezó a las 05:56 por cortesía del Mayor,  me he encontrado llorando sobre todo de impotencia, de incomprensión. La sombra de la gran "C" rondaba por mi cabeza y mi corazón "¿qué hago mal? ¿ qué no hago? ¿le dedico suficiente tiempo? ¿trabajo demasiado? y vuelta a empezar.

Pensaba en una de mis mejores amigas que me decía que su padre había sido un niño muy travieso pero era un padre extremadamente estricto y resumía la situación con la frase "Mal domado, buen domador".
Me temo que lo contrario sea cierto y que "Bien domado, mal domador".

miércoles, 5 de febrero de 2014

La "supervivencia" materna y otras razones de reírnos de nosotras mismas.

Últimamente he leído varias opiniones críticas sobre el « Club de las Malasmadres ». 
Se preguntaban sus autoras dónde terminaba la ironía  y dónde empezaba la realidad. Parecían algunas  de ellas sinceramente preocupadas por el bienestar y la salud de los churumbeles de las dichas #malasmadres.

Para que os situéis, se trata de un "club" de mamás que comparten sus intentos fallidos de ser madres "perfectas" con una buena dosis de humor y mucha ironía

Como miembro de ese celebre y honorable “club” y ante esta reacción, cuanto menos inesperada para mi, primero siento indignación (cuando se pone en entredicho mis aptitudes de madre me cabrea y mucho) y luego me digo, hagamos un poco de introspección y de análisis crítico.

En realidad, la cuestión que plantean es vieja como el mundo: ¿se puede (o debe) reír de todo?, ¿hay límites (morales o éticos) al humor?

Muchos han dado su opinión sobre este tema, sin embrago es una cuestión sin respuesta puesto que de parte y otra las opiniones son legitimas y como tales debemos respetarlas.

En el caso que nos incumbe ¿podemos reírnos de nosotras como madres?  ¿Podemos ironizar sobre nuestros problemas, nuestras victorias y también nuestros inevitables fracasos?



Hace ya algún tiempo que pienso (y siento) que a las madres de nuestra generación se nos exige mucho. ¿Qué digo mucho? Se nos exige todo. Me explico.

En la generación de nuestras madres la mayor parte eran amas de casa. La sociedad estaba organizada así, era lo normal, el hombre “trabajaba” (termino incorrecto porque trabajaban los dos unos fuera y el otro dentro de casa) y la mujer cuidaba de los hijos y del hogar.

Sin embargo, tengo la impresión  de que el nivel de exigencia que la sociedad en general (no hablo de las suegras malignas) tenía hacia nuestras madres era menor. Con esto quiero decir que mientras que los niños se criasen sanos lo demás era cosa de ella: si le daba el pecho o no, o cuánto tiempo, si se le cogía cuando lloraba o se le dejaba llorar, si se le pegaba un grito cuando se portaba mal o no,  amén de aquellos que nos hemos ido a la cama sin cenar o que hemos comido para desayunar  lentejas, macarrones o vainas del día antes. En casa mandaba y decidía la madre y punto pelota.

Hoy en día se nos sensibiliza a las madres para que no reproduzcamos con nuestros hijos una parte de esas prácticas porque no respetan a los niños como individuos, como personas.

Se recomiendan entonces los métodos de educación que no implican gritos, amenazas o castigos.
Se recomienda también la lactancia materna por ser la mejor, la más adaptada a las necesidades de los bebés. La lactancia  materna será exclusiva durante los primeros 6 meses y se irán introduciendo otros alimentos progresivamente  después. Esta recomendación es tan fuerte que la publicidad de leche de fórmula para los bebés de menos de 6 meses esta simplemente prohibida.

En este sentido creo que estamos mucho más informadas que nuestras madres, tenemos unas pautas más claras de lo que se debe o no hacer, de lo que es recomendable.

Así que a la tareas “normales” de una “mamá” (entiéndase, hacer la comida, lavar la ropa, plancharla, ir a llevar y a buscar a los niños a la escuela o a varias escuelas diferentes según sus edades, ayudar con los deberes y un larguísimo etcétera) se añaden nuevos objetivos como no gritar, no imponer sino explicar, no castigar, no dejar llorar, etc.

A esto se añade también la “vida” profesional.

Las mujeres de nuestra generación hemos sido educadas para ser profesionales independientes, para poder labrarnos un futuro y no depender de nadie, en una palabra para ser libres (grabado a fuego tengo el “estudia hija, ten una profesión y no dependas de nadie” que me decían mi madre y mis abuelas).
Yo no sé vosotras pero en mi caso no fui educada para ser mamá, ni ama de casa. Fui educada para trabajar fuera de casa y ser una profesional. Por supuesto que en algún momento de mi vida se entendía que sería madre pero ser madre no estaba considerado ni el objetivo ni la meta.

La mayor parte de las madres hoy trabajamos dentro y fuera de casa. Algunas por devoción y la mayor parte por obligación, para llegar a fin de mes.
A las profesionales se nos exige en el mundo del trabajo que “respondamos” igual que nuestros colegas masculinos (aunque se nos paga francamente menos).
¿No reclamabais igualdad? Pues ahora asumid las consecuencias. ¿Qué tiene Ud. Hijos? Ah, eso es cosa de usted.

Recapitulemos entonces, tenemos que:
·         ser mamás “respetuosas” de los ritmos y necesidades de nuestros hijos,
·         ser profesionales irreprochables y dispuestas a todo,
·         dar el pecho 6 meses exclusivamente (con una baja de maternidad de 16 semanas en España y de 10 semanas en Francia, me lo explique que nunca fui buena con las matemáticas)
·         ser esposas y amantes,
·         amigas simpáticas y divertidas.

En resumen tenemos que hacerlo “mejor” que nuestras madres con la mitad de tiempo.

¿Sientes como sube la ansiedad, la angustia?

Tenemos que ser “perfectas” en todo y por supuesto, no lo somos, no llegamos, no nos da la vida para más.

¿Y qué pasa ahora? Pues que nos sentimos culpables porque no llegamos.






Pienso que la maternidad, hoy en día, sobre todo con el primer hijo, rima con culpabilidad.

Con un poco de suerte, pronto o tarde, te das cuenta que nunca serás “perfecta” y que es inútil intentarlo. Te dices que lo importante es educar a tus hijos para que sean personas de bien, que  amor no les vas a faltar  y que del resto se verá lo que se puede y lo que no.
Pero llegar a este punto no es nada fácil porque la culpabilidad se aferra mucho y es muy puñetera.

Así que a la pregunta de si podemos reírnos de nosotras que “queremos pero no podemos” mi respuesta es un enorme SI.

Riamos de nuestros intentos fallidos de ser “perfectas” (la ropa sin planchar, las ganas de salir corriendo), de nuestros agobios cuando no llegamos (toma #buenpadre el niño que te ha echado mucho de menos, me voy al trabajo a descansar del fin de semana), de nuestras soluciones o compromisos (las croquetas congeladas, el disfraz del chino, etc.)

¿Por qué reír?

Porque permite desdramatizar, porque tiende la mano a aquellas que están inundadas de culpabilidad y se sienten mal.
Porque saber que no estás sola, te hace sentir mejor (si, lo sé “mal de todos es consuelo de tontos”, ya hemos dicho que no somos “perfectas”)

Porque una madre relajada y feliz es una madre MEJOR.

Ahora que te has tragado este rollo que te he metido entre pecho y espalda, si te quieres reír y ver como otra bloguera ha tratado este tema de forma mucho más ligera y divertida no dudes en pinchar aquí.

NB: Este post esta escrito bajo mi punto de vista subjetivo, es mi opinión, lo que siento. Si no la compartes, te entiendo perfectamente, a veces no me entiendo ni yo misma. No dudes en comentar !








lunes, 3 de febrero de 2014

N de Noemí


Cuando conocí a Noemí teníamos las dos 14 años escasos.

Por aquel entonces, antes de tanta reforma del sistema educativo, después de terminar EGB íbamos al instituto y cambiamos de centro escolar. En mi caso así fue. Había cursado EGB en un colegio  pequeño, familiar, de pueblo, en el que solo había una clase por año y en el que todo el mundo te conocía y viceversa.

Para ir al instituto había que dar el "gran salto" y elegir (teóricamente) entre el instituto público  y mixto a unos 15 minutos de autobús y un colegio privado y solo para jovencitas en Bilbao.

A mi petición, cursamos la inscripción en los dos centros y a mi gran alegría fui aceptada en los dos. Se suponía que ahí era cuando iba a elegir a cual de ellos quería ir pero mis padres decidieron por mi que iría al colegio y me hicieron la promesa firme que si al cabo de un año no quería seguir yendo me cambiarían. Por aquel entonces, me pareció un trato justo, hoy me doy cuenta que fue una argucia de mis padres, inteligente pero argucia.

El colegio nuevo era un instituto muy grande, con varias clases por año y en el que la relación con los alumnos era más académica y mucho menos familiar.

No me encontré totalmente sola porque conmigo vinieron una decena de niñas del antiguo colegio, nos conocíamos todas pero la mayor parte del grupo no formaba parte de mi circulo de amistades que todo sea dicho nunca fue muy grande.

Pensé que por el hecho de venir del mismo colegio y sobre todo, de haber compartido nuestra infancia, habría entre nosotras una especie de solidaridad para salir adelante en este "medio hostil". Me equivoqué.
Por aquel entonces, aunque tenia 13 años estaba muy pero que muy verde en casi todos los temas, sexual, social, era todavía una niña. En ese sentido, el grupo era muy heteróclito, en un extremo estaba una de mis compañeras que tenía un año mas que nosotras y que ya era sexualmente activa, fumaba, se maquillaba, era una mujer. En el extremo opuesto estaba yo, modosa, responsable y por supuesto alma de cántaro. Huelga decir quien tomó el poder de ese grupo, dictó lo que estaba bien o mal y a quien "ajuntar" o  no. En si, la situación no me sorprendió porque con esa persona nunca había tenido lo que se llama una amistad sincera, si me dolió el comportamiento de mis antiguas "compañeras"que para "ganar puntos", iniciaron una campaña de acoso y derribo que terminó por un aislamiento completo. Dicen que no hay nada peor que la indiferencia, no comparto esta opinión, lo peor es el escarnio público y continuado.

Yo nunca fui tan mona !


Bueno, todavía quedaban las compañeras y amigas del colegio para dar una vuelta el fin de semana. Pues no, por dos razones que descubrí rápidamente, el hecho de ir a un colegio muy pijo (las cosas como son) y sólo para chicas me distanció de mis antiguas compañeras por lo que yo interpreté como un rechazo social de su parte, como una lucha de clases a pequeña escala. Y la otra razón es que mis compañeras de instituto se encargaron de trasladar la campaña de acoso y de derribo al barrio.

O sea que me encontré sola. Pero no por mucho tiempo.

Noemí me llamó la atención y mucho desde el principio porque era (y es) una chica lista, inteligente, brillante. Pero además tenia carácter, sus propias opiniones y sabía defenderlas. A mis la personas así me atraen como un imán, no lo puedo resistir. Después descubrí que además era muy simpática y divertida y tenia una vida social muy activa.
Noemí vivía en Bilbao y lo conocía como la palma de la mano. Tenia además un grupo de amigos del barrio de toda la vida a los que se añadían regularmente otros grupos y conocidos.

Noemí me adoptó y me salvó. Son dos palabras con un significado fuerte pero creo que son las adecuadas para describir nuestra situación.

Me salvó porque, sin caer en el "pathos", estaba muy sola y deprimida, no quería ni salir de casa, ni ir al colegio, ni nada, quería desaparecer.

Me adoptó porque mantuvimos una relación muy cercana, casi como de hermanas, me abrió las puertas de su grupo de amigos, de su casa, de su vida. Le honra también el hecho de que aguantase las presiones de mi antiguo circulo de "amigas" que no entendían porque aceptaba "sacarme de paseo". Y es que Noemí era muy popular en el instituto y se les "hacía bola" que una de las chicas mas populares saliese con el "patito feo".


El hecho de tener una vida social normal me devolvió la serenidad, el equilibrio que había perdido y sobre todo la seguridad en mi misma. En aquella  época  dormía mas en su casa que en el la mía y es que Noemí no tenia "toque de queda". Salíamos viernes y sábado, el sábado hasta altas horas de la madrugada, descubrí el casco viejo de Bilbao, la marcha, lo que es tener un grupo de amigos.  
Fue un renacer para mi y lo recuerdo como una de las mejores épocas de mi vida.



Cuando empecé la universidad nuestros caminos bifurcaron y aunque seguíamos  teniendo contacto la relación se ralentizó para desaparecer al de dos años de venirme a París. Es para mi un misterio (y una gran pena) como una relación tan cercana, tan profunda, puede "desaparecer" sin que haya ninguna razón aparente (o por lo menos a mi no me consta).

Retomamos el contacto hace 4 años por Facebook pero no la relación. Es algo que me pesa porque es una persona que tiene un lugar muy especial en mis afectos, en mi corazón.
Espero que la vida nos reúna de nuevo y recuperar el tiempo perdido.

Este es el carnaval " Los nombres de mi vida" iniciado por la bloguera  lasonrisademiniyo  Así lo cuenta ella: " Todos cuando oímos un nombre lo asociamos a una persona, que nos cae bien o mal, que nos trae recuerdos, a veces buenos, otras regulares y otras malos, que nos evoca a un sitio u otra época de nuestra vida: colegio, instituto, universidad, localidad donde veraneábamos, amigo de la primera pandilla, que nos hace pensar en una artista, actriz,...en alguien de nuestra familia..."