Siempre supe que
quería tener hijos y que quería tener más de uno, por lo menos dos y hubiera
sido muy feliz (aunque hubiese estado también muy desquiciada) con tres.
¿Por qué quería
tener más de un hijo?
Seguramente, no hay solamente una razón. Probablemente
por él, por mi hijo, quería darle el mayor regalo que podemos recibir de
nuestros padres junto con el amor y la educación.
Y también por mí,
por nosotros. Egoístamente, me encantan los bebés, soy una embarazada horrorosa
(mi cuerpo va a lo suyo) pero ante un bebé me derrito. Son tan perfectos, tan
achuchables, tienen ese olor tan altamente
adictivo (y sí, también pueden ser muy porculeros pero de eso hablaremos otro
día) y te necesitan tanto (nunca te sientes tan necesitada como cuando eres
madre de un retoño). Altruistamente,
para crear una familia, siempre he pensado que un grupo es más fuerte que un
individuo y en familia disfrutamos más de las alegrías y capeamos mejor los
temporales.
Como el Mayor vino
guerrero (o borroka como dicen en mi tierra) se nos retrasó mucho la Pelirouge
y como el embarazo de la Pelirouge fue de mucho riesgo para todos, el médico
nos recomendó con mucho tacto (“Señora, ya ha jugado usted mucho a la ruleta
rusa”) que no tuviéramos más. Así que nos quedamos con dos, uno de cada, chico
y chica, como dicen en Francia “le choix
du Roi” (la elección del Rey).
Hasta aquí todo
normal. Entra todo dentro de lo previsto, planeado, pensado (por mí, claro, qué
mi marido no se come la cabeza con estos temas).
Con lo que no había contado es
con asistir al nacimiento y al desarrollo de la relación entre mis hijos, nadie
me había dicho que sería tan emocionante, bonito, estremecedor y un montón de
adjetivos más y que yo iba a tener el privilegio de vivirlo de primera mano, en
primera fila, sillones VIP.
Por supuesto, hubo
celos al principio, al cabo de unas semanas del nacimiento, el Mayor preguntó,
cómo qué no quiere la cosa, que cómo se devolvía a la Pelirouge de “dónde venía”,
cuando le pregunté, me dijo que “de dónde venía” era del hospital (reíd, pero
ya me veía devolviéndola de donde venía realmente y eso, no!). Cuando le
expliqué que tener una hermana no era como comprar en El Corte Inglés, se apenó
pero pareció comprender la situación.
Los primeros meses
el Mayor veía a su hermana como un ser más bien aburrido y nada interesante. Tanto "bombo" que le habíamos dado
al nacimiento de la hermana para tener una niña que ni anda, ni habla, ni juega
al futbol (sic), ni nada. Huelga decir que la Pelirouge era ajena a todo lo que
no fuera comer, dormir, pedorrearse y estar colgado de los brazos de su mamá.
Pero en cuanto la Pelirouge empezó a sentarse, a hablar y a gatear, la
relación cambió mucho y se instaló entre ellos una bonita complicidad.
El Mayor defiende a su hermana a capa y espada de quien le “quiera mal”,
que sea sus padres o alguien de la calle. Si la estamos regañando porque ha
hecho algo mal, enseguida llega el “abogado de oficio” para explicarnos:
1- Por qué su hermana ha actuado así
2- Por qué nuestro “castigo” o regañina no procede
La Pelirouge siente verdadera admiración por su hermano, estoy segura que para ella, su hermano es un súper héroe. Si su hermano hace algo, allá va ella a hacer lo mismo y poco (o nada) importa que él tenga 8 años y ella 3. Eso para la Pelirouge son detalles. Y si se cae y se raspa las rodillas, se las frota con la mano, se levanta y aquí no ha pasado nada. Tengo que decir que el Mayor y sus amigos han adoptado casi sin queja alguna a ese duendecillo de pelo rojo que les sigue por todas partes con cara de velocidad.
Cuando la Pelirouge nació, el Mayor seguía durmiendo fatal por las noches, una media de 4 despertares por noche (a ese ritmo su hermana casi no nació). Los primeros nueve meses, la Pelirouge durmió en nuestro cuarto y luego la pusimos en una cunita de “mayor” con su hermano. Pensamos que el Mayor se iba a revolucionar, se iba a despertar y se iba a montar la marimorena pero nos confundimos y mucho. Fue poner a su hermana a dormir con él y dormir como un santo toda la noche. Para el Mayor, la Pelirouge es su talismán y no sabe explicarlo más, solo sabe que cuando ella está con él se siente seguro y bien.
Nos mudamos de casa en julio y en la nueva casa hay una habitación para cada uno, podrían tener cada uno su cuarto pero no quieren oír hablar de ese tema. De momento, quieren seguir juntos.
Como comparten cuarto, compartes aficiones y juguetes (y eso me encanta). Así, al Mayor le apasiona el Kung Fú y los Power Ranger pero también le gusta jugar a la tendera, a la casa de muñecas, a pasera a los bebés. La Pelirouge vive en su mundo princesil, pero ella no es una princesa al uso, ella es una princesa Ninja a la que le encantan las espadas, los caballeros, los Playmobiles y la guitarra “rock” de su hermano.
Por supuesto que se pelean, son humanos al fin y al cabo, como todos los niños, quieren jugar a lo mismo, al mismo tiempo y lo de compartir lo llevan mal (sobre todo la Pelirouge).
Pero no llega la sangre al rio y rápidamente se vuelven a "ajuntar".
Mirarlos juntos, como se quieren, como se buscan, como crecen juntos es para mí un regalo inesperado de la vida. Mención especial se merecen, los momentos "clip" musical, con maracas, guitarra eléctrica, tambor y lo que se precie, asi como los bailoteos de una pegando saltitos y dando vueltas (al fin y al cabo es una princesa bailarina) y del otro, con pasos de break dance (que sabe Dios dónde los ha aprendido, que no será de mi o de su padre) cual rapero entregado.
Mi hermana y yo cuando éramos niñas, éramos como el agua y el aceite, tan distintas que llevábamos vidas paralelas, crecimos juntas pero no revueltas. Nuestra amistad y nuestra relación aparecieron y se consolidaron más tarde y ahora no sabría vivir sin ella (como la “Esteban”, por mi hermana y sus hijos MA-TO).
No sé lo que nos deparará el destino, ni qué tipo de relación podrán tener mis dos soles cuando sean mayores. Lo que ya nadie me quita es esos momentos fugaces y maravillosos a los que he tenido la suerte de asistir y que atesoró en mi memoria y corazón.
La Pelirouge siente verdadera admiración por su hermano, estoy segura que para ella, su hermano es un súper héroe. Si su hermano hace algo, allá va ella a hacer lo mismo y poco (o nada) importa que él tenga 8 años y ella 3. Eso para la Pelirouge son detalles. Y si se cae y se raspa las rodillas, se las frota con la mano, se levanta y aquí no ha pasado nada. Tengo que decir que el Mayor y sus amigos han adoptado casi sin queja alguna a ese duendecillo de pelo rojo que les sigue por todas partes con cara de velocidad.
Cuando la Pelirouge nació, el Mayor seguía durmiendo fatal por las noches, una media de 4 despertares por noche (a ese ritmo su hermana casi no nació). Los primeros nueve meses, la Pelirouge durmió en nuestro cuarto y luego la pusimos en una cunita de “mayor” con su hermano. Pensamos que el Mayor se iba a revolucionar, se iba a despertar y se iba a montar la marimorena pero nos confundimos y mucho. Fue poner a su hermana a dormir con él y dormir como un santo toda la noche. Para el Mayor, la Pelirouge es su talismán y no sabe explicarlo más, solo sabe que cuando ella está con él se siente seguro y bien.
Nos mudamos de casa en julio y en la nueva casa hay una habitación para cada uno, podrían tener cada uno su cuarto pero no quieren oír hablar de ese tema. De momento, quieren seguir juntos.
Como comparten cuarto, compartes aficiones y juguetes (y eso me encanta). Así, al Mayor le apasiona el Kung Fú y los Power Ranger pero también le gusta jugar a la tendera, a la casa de muñecas, a pasera a los bebés. La Pelirouge vive en su mundo princesil, pero ella no es una princesa al uso, ella es una princesa Ninja a la que le encantan las espadas, los caballeros, los Playmobiles y la guitarra “rock” de su hermano.
Por supuesto que se pelean, son humanos al fin y al cabo, como todos los niños, quieren jugar a lo mismo, al mismo tiempo y lo de compartir lo llevan mal (sobre todo la Pelirouge).
Pero no llega la sangre al rio y rápidamente se vuelven a "ajuntar".
Mirarlos juntos, como se quieren, como se buscan, como crecen juntos es para mí un regalo inesperado de la vida. Mención especial se merecen, los momentos "clip" musical, con maracas, guitarra eléctrica, tambor y lo que se precie, asi como los bailoteos de una pegando saltitos y dando vueltas (al fin y al cabo es una princesa bailarina) y del otro, con pasos de break dance (que sabe Dios dónde los ha aprendido, que no será de mi o de su padre) cual rapero entregado.
Mi hermana y yo cuando éramos niñas, éramos como el agua y el aceite, tan distintas que llevábamos vidas paralelas, crecimos juntas pero no revueltas. Nuestra amistad y nuestra relación aparecieron y se consolidaron más tarde y ahora no sabría vivir sin ella (como la “Esteban”, por mi hermana y sus hijos MA-TO).
No sé lo que nos deparará el destino, ni qué tipo de relación podrán tener mis dos soles cuando sean mayores. Lo que ya nadie me quita es esos momentos fugaces y maravillosos a los que he tenido la suerte de asistir y que atesoró en mi memoria y corazón.
Hay vida después de los seis años" es una iniciativa en la que queremos implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más visibles los problemas y situaciones que viven las familias con niños que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar, preadolescentes, adolescentes... todos tienen cabida aquí. Si estás interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer lunes de cada mes